miércoles, 23 de septiembre de 2009

16 de Septiembre



Con motivo de conmemorarse otro aniversario de la tragedia ocurrida el 16 de septiembre de 1955 en la Plaza de Mayo, en donde fuerzas apátridas bombardearon a la población civil y derrocaron al gobierno constitucional del Gral. Perón. Y en memoria a quienes resistieron semejante atrocidad. Quisiera rendir un humilde homenaje a los hombres y mujeres que hasta último momento resistieron en una de las esquinas de mi ciudad. El siguiente documento trata de expresar el sentir de muchos compañeros orgullosos de abrazar la causa peronista.


No sabían de glorias propias, ni de actos heroicos, tampoco les asistía una formación académica que les permitiera analizar técnicamente si lo que estaban haciendo era legal, pero de lo que no tenían dudas es que era legítimo.
Ponían el pecho por los hijos, los padres, las mujeres, los ancianos, por ellos mismos y por todos. No había tiempo para discernir a quien le tocaba.
No sabían, por ahí, que ese día se iniciaba una cruzada de Patriotas que iba a durar casi medio siglo, y que se transformaría en la más formidable resistencia a la opresión de los pueblos.
Las comunicaciones no eran inmediatas, por ende no se tenía dimensión de lo que verdaderamente estaba pasando en la capital en donde desde esa mañana los gloster de la armada comandados por fuerzas cipayas habían dejado caer muerte desde el cielo sobre vidas inocentes, causando la masacre de civiles mas grande en la historia mundial matando en un solo día más seres humanos que en el ataque nazi a Guernica.
Tampoco tenían instrucción militar como para saber con certeza que hacer con las armas. Pues aquellas manos que las blandían solo sabían de encallecerse día tras día portando con maestría las herramientas con las que cotidianamente trabajaban.
Tenían miedo, pero les sobraba coraje y convicción y por sobre todo amor a la Patria.
Gritos, corridas, sonidos extraños formaban parte del teatro de operaciones en el que sin quererlo habían transformado a aquella esquina de Doyhenard y Av. Antártida Argentina, que supo albergar a uno de los tantos sindicatos que en esta zona fabril estaban diseminados y en los que construyeron la consolidación de las conquistas de sus derechos de trabajadores.
De lo que sí estaban concientes era de la defensa del orden constitucional y el estado democrático que imperaba y que le garantizaba la libertad al pueblo.
También sabían que los enemigos del proyecto nacional y popular, que hasta hacía un tiempo estaban agazapados, se habían puesto de pie y que contaban con el apoyo del país del norte y la corona desde afuera y con los grandes latifundistas agremiados en la sociedad rural junto con medios de comunicación apátridas y por supuesto no faltaban las hordas civiles que habían sido capaces de pintar viva el cáncer en las paredes manifestando su irracional odio hacia las clases populares.
Y así fue, pues, que ese 16 de septiembre comenzó la epopeya. Por que a pesar de tanta muerte, proscripciones, desapariciones e injusticias no pudieron con el legado que ellos nos dejaron.
Y vaya entonces el reconocimiento eterno a aquellos hombres anónimos que no se doblegaron y que con su hidalguía nos demostraron como se asume un compromiso y se defiende una causa cuando esta es la causa del pueblo.



Mario Pedernera
Septiembre 16 de 2009

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